Los eternos Reyes Magos

Contra el viento y la marea del asimilismo y la transculturación que el colonialismo fomentan, la tradición puertorriqueña de los Tres Reyes Magos susbsiste y pervive en nuestro pueblo. Ni Santa Claus, los muñecos de nieve y otras ridiculeces enajenantes que por décadas se nos han metido por ojos, boca y nariz han podido con la magia de los Magos de Oriente. Nada hay contra Papá Noel como símbolo del espíritu navideño, pero esa tradición no es nuestra, y no hay razón alguna para que la adoptemos, como si la auténticamente nuestra necesitara un refuerzo de una cultura foránea.

El coloniaje nos ha convertido en un país equivocadamente «hospitalario», donde, para no parecer xenófobos, aceptamos celebraciones y tradiciones tan absurdas y risibles en nuestro medio como la de san Patricio o los huevitos de Pascua. Tratando a nuestro niños como si fueran unos pobres huerfanitos, les proporcionamos todas estas festividades -- fomentadas por el comercio, claro está -- para que sean iguales a sus conciudadanos del Norte. Cuando en los años 50 la alcaldesa de San Juan trajo nieve en un avión para que los niños boricuas «disfrutaran de esa experiencia», aquella nevada trajo esta avalancha de asimilismo demencial.

Pero, los Reyes son inexpugnables porque están en la sangre y el espíritu de los puertorriqueños.

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