«...empedrado de buenas intenciones».

En este comienzo de año escolar conviene puntualizar algo que pasa inadvertido para la mayoría de la gente. La insatisfacción general con el desempeño del Departamento de Educación no toma en cuenta que se trata de una agencia a la cual se le ha sobrecargado de encomiendas curriculares y extracurriculares imposibles de cumplir responsablemente. Para que se tenga una idea,  la escuela pública puertorriqueña debe «desarrollar un programa de orientación sobre la criminalidad, los hechos que constituyen delitos, las penalidades que estos conllevan», «establecer un programa a nivel elemental, intermedio, y secundario de moral y ética gubernamental», «establecerá, en coordinación con la Oficina de la Procuradora de las Mujeres, un currículo de enseñanza dirigido a promover la equidad por género y la prevención de violencia doméstica», y «desarrollará módulos temáticos en los niveles intermedios y pre-vocacional integrando estrategias de manejos de conflictos, prevención de violencia, maltrato, comunicación efectiva en el hogar y la comunidad».

¿Y cuándo enseñan las destrezas y las materias básicas que se supone que uno aprenda en la escuela? Francamente, resulta utópico -- en el mal sentido de la palabra -- pretender que la escuela haga todo esto. La escuela no es ni puede ser el lugar  para resolver todos los problemas sociales de un país; mucho menos uno tan jodido como éste.

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