«Con la boca es un mamey»

Se habla mucho en el país de «gobernanza», que dicho llanamente parece ser la participación activa ciudadana en la gestión gubernamental, y hasta se trae gente del extranjero para que nos ilustre al respecto. Es, pues, el último grito de la moda de un civismo con ansias de protagonismo; de gente que tiene afán de mandar sin «ensuciarse» en el ruedo político ni estar sujeta a los límites y las limitaciones de los procesos públicos.

Pero, ahí está el detalle, para que lo entienda bien el experto mexicano que ha venido a pontificar en estos días. Muchos de los que enjuician el desempeño gubernamental lo hacen sin haber pasado un día como funcionario de a pie en una agencia cualquiera. Un cosa es la academia -- no importa los muchos títulos prestigiosos -- y otra es la realidad constitucional, legal y administrativa dentro de la cual hay que desempeñarse en el servicio público. Muchas veces, las «soluciones» que se pretenden son hijas del desconocimiento de la realidad institucional, y no pasan de ser inocentadas de buena fe pero poco factibles.

En el caso particular de Puerto Rico, es muy poco lo que se puede hacer para cambiar las cosas, pues nuestro gobierno está sujeto a innumerables condiciones y requisitos del Gobierno de Estados Unidos de estricto cumplimiento, que varían a antojo de los americanos. Por lo tanto, aquí se hace lo que ellos digan o permitan, independientemente de la voluntad de nuestros funcionarios y los méritos o deméritos de lo que alguien proponga.

Quien desconozca esta abrumadora realidad o pretenda ignorarla no podrá ayudarnos mucho con sus «sabios consejos».

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