Cautela empresarial

El empresarismo que se nos vende como solución al problema económico de muchos tiene algo de espejismo. Si bien todo país necesita una clase empresarial fuerte y numerosa como base de una sólida economía nacional, me parece engañoso crear falsas expectativas de autoempleo bien remunerado alentando a cada cual a poner su propio negocio en un país saturado comercialmente, con cadenas extranjeras por doquier e incapacidad para proteger la producción nativa. Por ahí se marca el camino hacia el endeudamiento personal oneroso y la quiebra. Incluso, el adquirir franquicias de negocios de origen extranjero debe verse con sumo cuidado, pues muchas de ellas tienen los días contados, por diferencias culturales y de idiosincrasia que, pasada la novedad, las condenan al fracaso.

Creo que no se debe fomentar irresponsablemente el deseo de ser dueño o jefe propio. Lo que hace falta es una buena dosis de realismo que evite aventuras y ensoñaciones abocadas al fracaso, por desconocimiento de las condiciones de un mercado sujeto no solamente a las fuerzas que le son inherentes, sino a las exógenas, de particular relevancia en nuestro país de menguada autoridad y aguda vulnerabilidad frente a la competencia desleal metropolítica.

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