Turismo tergiversado

Seguimos insistiendo en poner muchos huevos en la canasta del turismo, pero estamos haciéndolo equivocadamente. El turismo no debe ser un renglón principal del cual depender para el sostenimiento de un país como el nuestro. Se trata de algo muy incierto, basado en gustos, modas y preferencias ajenas, sobre las cuales no se tiene control. Debe ser, pues, un complemento de los renglones productivos principales de una economía. Depender del capricho de otros no es una buena base para desarrollar un país. Puerto Rico no tiene el monopolio del buen clima ni de las playas en el planeta. Por lo tanto, eso por sí solo no es suficiente para captar y, sobre todo, mantener el interés de los visitantes. No se puede depender principalmente del frío y la nieve en otras latitudes, para llenar nuestros hoteles y paradores.

La relativamente corta estadía de los turistas responde a dos razones: no hay mucho que hacer ni ver, y todo es carísimo. Nuevamente, el paisaje y la belleza natural no son suficientes; mucho menos cuando los precios son abusivos. No se puede explotar a los visitantes, cobrándoles todo a precio de oro, pues, se van, no vuelven y no se lo recomiendan a otros. Orientar los ofrecimientos turísticos a gente adinerada es un error elemental. La inmensa mayoría de la gente que viaja no es rica; son personas de clase media, que hacen un esfuerzo económico para ello. Es a esas personas las que hay que atraer en un mundo muy competido, con destinos que ofrecen un repertorio amplísimo de atracciones de todas clases, no meramente tomar piña colada en un casino.

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