¡Cero dependencia!

Es frecuente el «lamento» de que se pierde la oportunidad de optar por fondos del Gobierno federal para tal o cual cosa, y ello se usa como balón político para señalarle deficiencias al contrario.

La realidad es que no hay nada que lamentar. Dejando a un lado la cuestión ideológica, un país como el nuestro no debe cifrar sus esperanzas en «ayudas» foráneas que hoy están y mañana no. Solo la actitud miserablemente pedigüeña que fomenta el coloniaje impide ver este asunto en su justa perspectiva. Aparte del escrúpulo moral, hay una cuestión eminentemente práctica en todo esto. Montar programas y proyectos sobre una base tan frágil es una invitación al fracaso.

Lo cierto es que un gran número de esos fondos del Gobierno de Estados Unidos se otorgan por un periodo relativamente corto, con el compromiso de que el gobierno que los recibe asuma la responsabilidad de continuar con los programas y proyectos que se establezcan, algo que, en la situación actual de nuestro país, es punto menos que imposible.

Lo que hay que hacer es terminar con la dependencia de otros para atender nuestras necesidades, y resolver nuestros problemas con nuestros recursos, hasta donde nos sea dable.

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