Lecciones amargas

Ante ciertas tragedias personales, mucha gente obvia la responsabilidad de las víctimas, y se concentra exclusivamente en la del victimario o en manifestaciones de apoyo o repudio a cierto proceder. Aunque es entendible que en momentos de dolor y sufrimiento se quiera evitar mencionar algo negativo de los perjudicados, me parece que se pierde una oportunidad importante de señalar lecciones de vida surgidas de esos incidentes.

Lo cierto es que abundan el descuido, la negligencia y la temeridad en  la vida cotidiana, y ello causa o contribuye a las desgracias que se informan diariamente. Aunque resulte doloroso, hay que reconocer públicamente estos errores de juicio, con el fin de llamar la atención y crear conciencia, para que no se incurra en ellos. Son los propios familiares de las víctimas los primeros llamados a aceptar esa realidad, y luego las autoridades deben destacar esos casos, como ejemplos de riesgos irrazonables a los que no debemos exponernos.

Guardar silencio al respecto o disimular esta verdad es propiciar que se perpetúen prácticas que resultan en una mayor falta de seguridad personal y colectiva.

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