La mar salada

La prensa da cuenta de la crítica situación de los pescadores puertorriqueños, en gran parte por la intervención desmedida del gobierno de Estados Unidos, que, so color de su autoridad sobre las aguas que nos circundan, impone restricciones onerosas sobre la pesca en nuestra isla. En su afán de proteger a ciertas especies del peligro de extinción, los americanos han convertido a los pescadores nuestros en una especie en peligro de extinción.

Si bien en todo país se hace necesario limitar razonablemente la caza y la pesca, para evitar los excesos que puedan dar al traste con la existencia de ciertas especies, lo lógico es que sean los naturales de un país quienes dictaminen sobre el particular, no un burócrata de otro país o un colaborador nativo que aplique criterios ajenos. Tiene mucha razón el pescador que apunta que quienes reglamentan estas cosas deberían salir de detrás de sus escritorios y tirarse al mar a pescar.

Yo, por supuesto, en esta Semana Santa -- y en las otras 51 -- rechazo la maldita injerencia federal en nuestras vidas.

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