Ni aunque los beatifiquen...

Vuelven los carteros a recoger alimentos para los pobres. Muy bien. Pero, si creen que con esfuerzos para congraciarse con la gente les voy a perdonar su mal servicio, están muy equivocados. Prefiero que no recojan ni una lata de habichuelas, y que entreguen la correspondencia como Dios manda. Toda su caridad no compensa dejar el buzón abierto en días lluviosos o ventosos. Podrían ser tan buenos como la Madre Teresa, pero no tienen perdón de Dios cuando, por no bajarse de la guagua y tocar a la puerta, dejan la notificación de carta con acuse de recibo, aunque uno esté en la casa, con lo que obligan a ir al correo a buscarla. Igual pasa cuando, sin siquiera tocar, dejan paquetes junto a la puerta, a riesgo de que se mojen o alguien se los lleve.

Por eso, vivo anhelando el día que el Servicio Postal salga de Puerto Rico, junto con el resto del Gobierno de Estados Unidos. Mientras tanto, cada día uso más el correo electrónico, para que se fastidien los condenados empleados postales...

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