La muerte y el Arzobispo
Sé que no se le pueden pedir peras al olmo, pero el Arzobispo asume otra postura que lo pone al borde de la irrelevancia social. No conforme con insistir histéricamente en oponerse al matrimonio homosexual -- que, dicho sea de paso, beneficiaría a muchos en su clero, si decidieran colgar los hábitos -- también está en contra de una ley para que, en el ejercicio del libre albedrío que el Dios en el que él cree nos ha dado, un enfermo terminal decida acabar con un sufrimiento sobrehumano. Su Excelencia no comprende que no todos tenemos la fuerza de espíritu que, estoy seguro, tendrá él para soportar esa prueba de manera indefinida, si Dios así lo dispone.
Que Dios le dé mucha salud... y un poco de sabiduría.
Que Dios le dé mucha salud... y un poco de sabiduría.
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