De la negación a la admisión

El país «descubre», de pronto, lo mucho que se le ha ocultado acerca de los procesos públicos, en parte para evitar cargar con la responsabilidad personal de tantos fracasos; en parte, por consideraciones políticas para aparentar que todo marcha bien. En cualquier caso, el disimulo y el encubrimiento han hecho un gran daño, no solo por lo que se ha negado por tanto tiempo, sino por la desconfianza que siembra en la sociedad que ahora se sabe engañada por la gente a la que, de buena fe, le encargó la cosa pública.

Los que una vez fueron atacados o denostados por haber osado acusar, criticar, cuestionar, denunciar, imputar o señalar algo o a alguien en la esfera gubernamental hoy se tienen que sentir tristemente reivindicados ante la opinión pública, al comprobarse que tenían razón.

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