Otro «enfermo imaginario»

A mi regreso de París, encuentro que Pablo Casellas continúa con su estrategia post convicción de asumir el papel de «víctima», para ver si le cogen pena y le acortan la pena de presidio o se la suavizan. El hombre parece tener un repertorio inagotable de achaques, físicos o mentales, que se le manifiestan semanalmente y requieren frecuentes visitas al médico y hospitalizaciones. Cuando los hechos y el Derecho no son favorables, se apela a la misericordia, bien sea del Tribunal o del Poder Ejecutivo.

Hay casos que ameritan ajustes de la pena o hasta una conmutación o clemencia ejecutiva. Éste no es uno de ellos. La «premeditación, alevosía y ventaja» con la que fue ejecutada la víctima, esposa y madre de las hijas del victimario, no puede atenuarse tan rápidamente. Que alguna dolencia del culpable se haya recrudecido por el proceso y su posterior encarcelamiento es parte del castigo de quien obra tan atrozmente. La conmiseración estaría mal empleada, si por ello se le relevara de la pena.

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