Una locura de país

Obama ha descubierto cuán estúpidamente terco es el país que preside. Francamente, no tiene por qué sentirse frustrado o mal; ni él ni nadie más va a convencer a los americanos de darle un «adiós a las armas». No importa si hay una matanza diaria -- ya casi la hay -- sus compatriotas no dan su brazo a torcer en esto de que todo el mundo ande armado hasta los dientes. Para ellos, más vale rendir culto ante el altar de la Segunda Enmienda a la Constitución que la vida de unos cuantos compatriotas a manos del loco de la esquina.

Y el problema es que en Estados Unidos hay un loco en cada esquina. Obama dice que ellos no tienen el «monopolio» de la locura en el mundo, pero, como en otras cosas, están a la cabeza en el renglón de los desquiciados. Calcule usted. De acuerdo con el censo de 2013, hay como 316 millones de americanos. Siendo bien conservadores, pongamos que el 1% está loco; se trata de poco más de tres millones de dementes que pueden ir a Kmart a surtirse de las armas de su predilección.

Pensándolo bien, a juzgar por la forma en la que reaccionan ante esta situación, los otros 300 y pico de millones de americanos tampoco andan muy bien de la cabeza...

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