Lo obvio no hay que decirlo

Un turista americano, presumiblemente borracho, se trepó a una muralla en el Viejo San Juan a las 6:30 a.m., y se mató al caer. La Alcaldesa de San Juan reacciona a esa estupidez e imprudencia, anunciando que va a colocar unos avisos o carteles para orientar a la gente sobre el peligro de treparse a las murallas altas de la ciudad colonial.

Solamente una débil mental como Carmen Yulín piensa que algo así es necesario. Es tan necesario como decirle a la gente que no camine por el medio de la vía de rodaje de los vehículos de motor. ¡Hombre, no hay que advertir de los peligros evidentes! Cosa muy distinta son los avisos en las playas acerca de corrientes submarinas y otros peligros que no están a la vista.

Aparte del afán de protagonismo salvador de la alcaldesa, aquí hay otra cosa. La muerte de un turista -- sobre todo si es de Estados Unidos -- provoca una preocupación extraordinaria en los funcionarios de turismo de nuestro país. No dudo de que la Directora de la Oficina de Turismo haya llamado histéricamente a Carmen Yulín para que haga algo que contrarreste la publicidad negativa que la muerte de un turista produce. Aun en un caso tan evidente de negligencia propia, los colonizados del país reaccionan absurda y exageradamente para sosegar el malestar de sus amos del Norte.

Lo próximo será decretar tres días de duelo oficial y bajar las banderas a media asta.

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