Un vuelo fantasioso

La búsqueda de inversión externa, como complemento de la interna, es parte importante de todo esfuerzo de desarrollo económico en un país. Es legítimo que para ello se ofrezcan condiciones ventajosas -- algunas naturales y otras diseñadas -- para procurarla. Pero, ha de tenerse cuidado de no exceder unos límites prudentes, es decir, que en el afán de atraer capital extranjero se vulneren importantes intereses nacionales.

Desde los años 40 del siglo pasado el llamado «fomento económico» en Puerto Rico -- a cargo de un farmacéutico -- se montó sobre la base de una exención contributiva total y casi a perpetuidad y una mano de obra barata, descuidando la inversión doméstica y enterrando la agricultura local bajo moles de cemento. La «receta» del farmacéutico -- sobre cuyos efectos secundarios se advirtió repetidamente -- se repitió durante décadas, hasta el fracaso que hoy vivimos.

Algo de esa secuela moscosiana y muñocista hay en este proyecto de convertir a Aguadilla en un gigantesco hangar y taller de reparaciones, a un precio exorbitante y oneroso para el país. Tomar prestado entre $41 y $52 millones para habilitarle unas instalaciones a Lufthansa, con la especulación de un futuro halagüeño de bonanza económica, es francamente una aventura imprudentemente riesgosa, sobre todo dadas las condiciones actuales de las finanzas públicas y la economía en general.

A 22 años de su muerte, el fantasma de Teodoro Moscoso recorre los pasillos del poder en este país. Debemos dejarlo descansar en paz.

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