Los menos aptos

Darwin tenía razón: en el mundo animal solamente sobreviven los más aptos. Parte de esa aptitud para sobrevivir consiste en la astucia o inteligencia en el proceder, rehuyendo los peligros para la salud y la vida. En estos días se manifiestan dos conductas que llevan a la muerte trágica pero evitable. Conducir un vehículo de motor o ser pasajero sin usar el cinturón de seguridad es jugarse la vida. Meterse en el mar como bañista o tripulante de una embarcación pequeña en las condiciones climatológicas anunciadas ampliamente es casi una tentativa de suicidio.

El precio de esta temeridad es la muerte. Resulta muy difícil sobrevivir a la estupidez propia.

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