Jodidos en Fort Hood

Con ese cinismo de primera que los caracteriza, los americanos se apuran a darle el sesgo que más les convenga a esta segunda matanza en Fort Hood. Si la primera fue a manos de un terrorista, ésta se produce por una mera discusión o disgusto del soldado puertorriqueño. Luego de unas primeras declaraciones en las que lo declaraban loco, han recogido velas sobre su estado mental. Supongo que piensan que no deben admitir que el hombre estaba muy afectado por el servicio militar, pues ello tiene implicaciones negativas, no solamente para los demás soldados, sino con respecto a una posible reclamación por los familiares de las víctimas, si se determina que, conocida la condición del victimario, no se le proveyó la ayuda necesaria y no se tomaron las medidas cautelares para evitar una tragedia como la ocurrida.

La versión oficial que ya se prepara va a desvincular su estado mental del crimen cometido. Pero, usted y yo sabemos que el hombre fue una víctima más del insaciable belicismo americano, para el cual los reclutas, una vez hacen el trabajo sucio de la guerra y regresan atormentados por lo que han visto y lo que han hecho, son guiñapos desechables.

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