¡Son los mismos!

Las revelaciones diarias del dispendio gubernamental demuestran que no es que falten los fondos para la cosa pública, sino que, en el mejor de los casos, los malbaratan. El cambio de gobierno en 2013 no ha significado un cambio en ese proceder; lo único que ha cambiado son los funcionarios culpables y los favorecidos indebidamente. Solo los muy ingenuos o comprometidos a ultranza con el ahora partido gobernante creyeron que iba a ser distinto.

Muy presto a condenar los «excesos» sindicales, este gobierno -- si es que se le puede llamar así -- ha sido muy «lento para la ira» contra los abusos de discreción administrativa en el uso de los fondos públicos de su propia gente. Estos desmanes no son imputables al gobierno anterior, tan malo como fue, sino son de la entera responsabilidad de la administración actual.

Pero, al igual que en el anterior, los incumbentes se desentienden de estas cosas, y no dicen ni hostia.

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