Paco del Mundo

El tema no puede ser otro. A riesgo de que se me juzgue mal de alguna manera, la muerte de Paco de Lucía la he sentido como si fuera la de un amigo o un familiar. Ya no recuerdo cuándo escuché su nombre por vez primera ni lo oí tocar por primera vez, pero, de ahí en adelante, me aficioné a su música. Al igual que millones alrededor del mundo, Paco de Lucía me convirtió al flamenco, sobre todo, a su flamenco joven, «rumboso», fusionado con el jazz, esa otra música que ha calado hondo en mi vida.

Tuve la suerte de ver sus espectáculos varias veces. Hace 32 o 33 años, cuando paró en San Juan en su gira de Friday Night in San Francisco, junto con esos otros dos monstruos de la guitarra, Al Di Meola y John McLaughlin, electrizó a la multitud con un recital inolvidable. Luego lo vi con Chick Corea, y su ejecución en Spain le dio otra dimensión a esa pieza clásica de Corea.

Entre dos aguas, su tema emblemático y de cierre, es la música de fondo de su entrada a la inmortalidad.

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