El culto a la violencia

 A riesgo de caer mal, me parece que lo de la muerte de Karla Michelle, la joven víctima de una bala perdida en la despedida de año, se ha llevado a un extremo que ya raya en un espectáculo morboso. Aunque puedo entender que sus padres quieran sentir que la muerte de su hija no ha sido en vano -- ahí está su generosa donación de órganos -- creo que la programación que se anuncia para su velorio y entierro es excesiva. El país tiene la culpa, pues las muestras de solidaridad con la familia, que, de suyo, no son malas, se han salido de toda proporción. Pareciera como si, alentados por toda esta atención, los padres quisieran vivir intensamente este cuarto de hora de fama, fomentando una especie de «culto» a su hija, convirtiéndola en niña símbolo de las víctimas del crimen.

Ojalá todo esto se traduzca en, por lo menos, la erradicación de la costumbre criminal de disparar al aire en la despedida de año. Lo dudo, pues, la maldad no muere tan fácilmente. Algo similar pasó cuando mataron a Nicole Muñiz con otra bala perdida, aunque en circunstancias distintas. La cruzada de su padre y la indignación de la gente quedaron en el olvido. Continúan las matanzas en todo este país desquiciado por la droga y la venganza pandillera. ¡Padres, recojan a sus hijos!

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