Cristina y yo

Con la posible excepción de sus adversarios políticos y enemigos personales, todo el mundo se alegra de que Cristina Fernández no tenga cáncer. Es de estas equivocaciones que uno celebra. Pero, una vez más, se demuestra que los médicos -- y es de suponer que ella tenía de los mejores --  fallan de una forma espectacular. Porque uno presume que un diagnóstico de cáncer no se hace livianamente, sobre todo por el efecto emocional que tiene en quien lo recibe y en sus seres queridos. Tampoco estamos en la Edad Media: hay exámenes y pruebas confiables de todas clases, que deben producir un alto grado de precisión en la calificación de una dolencia. Nadie pide certeza absoluta, pero, francamente, resulta inaceptable un error monumental como éste.

Reitero lo dicho: no tengo prisa en ir al médico ni hacerme análisis de clase alguna. Que no quiero que la taquicardia que hace tiempo no me da me dé por un diagnóstico equivocado.

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