La dictadura de los bonistas

Soy consciente de las realidades económicas, financieras y fiscales del país y del mundo en que vivimos, pero no se puede gobernar supeditando todas las decisiones al mercado de bonos y a los intereses de las casas acreditadoras.  El problema surge porque la clase gobernante es la misma que fuera del poder político tiene los «dedos amarrados» con esos mismos intereses. Su mentalidad es estrictamente corporativa y financista; por lo tanto, el manejo de la cosa pública se da dentro del estrecho marco de las acciones de ese sector. El endeudamiento desmedido que ha carcomido a nuestros gobiernos se ha hecho posible por haber puesto en el gobierno a personas del mundo de la banca, las finanzas y las inversiones, muy dadas a verlo todo con la abstracción de estados financieros, sin reparar en las realidades vitales que subyacen las decisiones que se toman. Para ellos, gobernar es cosa de emitir bonos, refinanciar deudas o restructurarlas.

Por ese camino, hemos llegado a la subordinación crónica a los bonistas y las casas acreditadoras.

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