Un viernes verdaderamente negro

Esto del «Viernes Negro» -- que este año comenzó el pasado miércoles -- es un embeleco americano que este pueblo de consumidores sumisos ha abrazado con toda felicidad. Los comercios grandes, que son sucursales o subsidiarias de empresas de Estados Unidos, han seguido la pauta marcada por sus casas matrices con las «ventas de medianoche» y «ventas del madrugador», lastimosos espectáculos de manipulación de los consumidores y de explotación laboral de sus empleados.

Peor aun, el desenfreno que los descuentos provoca resulta en problemas de orden público, daños a la propiedad y hasta negligencia en el cuido de menores de edad, como el de la mujer que no abandonó la fila para comprar, a pesar de que su criatura tenía fiebre. Así de desquiciada está nuestra gente, por ahorrarse unos dólares en la compra de un televisor o la última moda en cualquier otra cosa.

Mientras tanto, el gobierno permanece al margen de todo esto, contentándose con velar por que se honren los anuncios de mercancía disponible o cualquier otro aspecto de las compras, mientras un sector comercial avaricioso e insensible hace de hoy viernes uno verdaderamente negro en nuestra historia de pueblo que se entretiene con chucherías y se degenera como sociedad civilizada.

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