La nueva Supersecretaria

Tengo la impresión de que el Gobernador electo va camino de cometer el mismo error que otros antes que él: un cierto «enamoramiento» con un funcionario a quien se le dan poderes casi onmímodos. Éste parece ser el caso de Ingrid Vila, Secretaria de la Gobernación designada, quien, desde ya, gobierna y tiene a finger in every pie, como se dice en la lengua que García Padilla no entiende muy bien. Resulta peligroso depender tanto de una persona, pues, independientemente de sus capacidades profesionales y cualidades personales, dicha persona tiene sus gustos y sus disgustos, sus juicios y sus prejuicios, amén de sus limitaciones. Me parece que lo que hace falta es diversidad de criterios y reparto de responsabilidades. Pero, ese sistema de tener una especie de capataz o mayoral en La Fortaleza -- persona por quien nadie votó -- puede resultar en un disparate, pues «el que mucho abarca, poco aprieta». Hace años, se acuñó el término «Supersecretario» para aplicarlo a Juan Agosto Alicea, que en una administración del Partido Popular era el mandamás. Ingrid Vila es la «Mujer Maravilla» de este gobierno entrante.

Se ha dicho que ella «conoce el gobierno», pero trabajar en el Palacio de Santa Catalina no es, necesariamente, conocer el gobierno. La Mansión Ejecutiva está muy lejos de ser «el gobierno». La ingeniera Vila fue Subsecretaria de la Gobernación hace unos años, pero, que yo sepa, nunca ha trabajado en una agencia gubernamental. Lo más cerca que ha estado de hacerlo es haber sido «consultora» de la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados, y ya sabemos lo que eso significa.

Ser exigente en estos cargos es importante, pero no basta, y puede ser hasta contraproducente porque se tienen pretensiones absurdas e irreales, propias de quien no conoce a fondo el trabajo que ha de hacerse y está demasiado enfocado en el logro de «resultados», a como dé lugar, para cumplir con el programa de gobierno, por consideraciones político partidistas.

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