Mi cara es mi careta

Creo que mi hijo tiene razón: no tuve infancia, o la que tuve fue algo «anormal». Nunca le vi la gracia al condenado Halloween. Todavía no se la veo; mucho menos para los adultos que insisten en disfrazarse y hacer el ridículo. La noticia de que andan algo flojas las ventas es resultado de la crisis económica y -- quiero pensar -- de un despertar de esa imbecilidad. Aunque puedo entender que haya almas que se sientan atraídas por el aspecto «espiritual» de la festividad en sus inicios, se me hace difícil comprender la inclinación por gastar dinero que no sobra en disfraces calurosos e incómodos invariablemente ajenos a nuestra cultura y realidad.

En fin, hijo, soy un anticuado y un aguafiestas...

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