¡Falta personal!

A esta hora, y tomando como cierto que ha hecho admisiones de culpabilidad, hay que suponer que José Rafael Ortiz, «Piculín», uno de los grandes de nuestro baloncesto, cedió a la tentación del dinero fácil que proporciona la droga, quizá por necesidad económica. Era conocido que no andaba bien en ese renglón, por malos negocios, su divorcio y quién sabe cuáles otras razones. Lo peor de este caso es que no se trata de una mera posesión de marihuana para uso personal, sino de una siembra considerable que, de suyo, implica un negocio. Así que este hombre, que durante 20 años fue nuestra máxima estrella en el baloncesto nacional e internacional, y que hace poco anunciaba la apertura de una academia para enseñar el deporte a niños y adolescentes, se olvidó de mente sana en cuerpo sano, dedicándose al ignominioso tráfico de una sustancia dañina y enajenante para la juventud a la que debió servir de ejemplo.

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