La quiebra de la dependencia

Con los anunciados recortes presupuestarios en casa del amo, los colonos andan como cucarachas en baile de gallinas. Acostumbrados a las dádivas del gobierno de Estados Unidos - muchas de las cuales las malversan o desperdician - ahora no encuentran qué hacer para mantener su tinglado artificialmente construido y ampliado. Puerto Rico, enfermo de dependencia crónica, me recuerda algo que le oía decir a mi madre: «Con lo que nada nos cuesta, hagamos fiesta.» Así se resume mucha de la historia gubernamental de nuestro país. Descansando en las «ayudas federales», los gobiernos se la han pasado gastando a mano rota, sin pensar en si es posible asumir el costo recurrente de programas y proyectos de todas clases. Como los americanos siempre han presumido de ser inmensamente ricos, los «americanitos» de aquí creyeron que ese filón era inagotable.

Ahora que los yanquis no tienen ni para pagar la nómina del gobierno federal, si no reducen el presupuesto en muchos miles de millones de dólares, ha llegado el llanto y el crujir de dientes a la colonia. Lo bueno es que así nos vamos dando cuenta de que podemos vivir por nuestros propios medios, aunque sea modestamente, pues, a falta de pan en la mesa del amo, no habrá migajas que caigan de ella.

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