Ha vuelto la sonrisa a la foto.

Pues, ya ha quedado aclarado el mal entendido sobre la necesidad de permisos para fotografiar ciertos lugares públicos de interés turístico. El permiso que hace falta es sólo cuando se trata de fotos o filmaciones comerciales, no para fines privados o turísticos. Lo primero es entendible, ya que se trata de gestiones que toman mucho tiempo y suponen el uso de múltiples y voluminosos equipos, condiciones que deben ser reguladas para mantener cierto control y orden público. Lo segundo es una actividad sencilla que no ofrece dificultad alguna, siendo parte de la libertad general de la gente que disfruta de su entorno.

Lo que sí pone de manifiesto este asunto es el grado de control ciudadano al que se ha llegado en el país, por parte de las autoridades. Rodeados como estamos de policías estatales, municipales y guardias de seguridad privada, esta gente --  de escolaridad limitada y cortísimo entendimiento -- tiene un acentuado afán por la prohibición de todas clases, y goza con decirle que no y poner cortapisas a todo. De ahí la interpretación totalmente estúpida e inconstitucional de un reglamento, que provocó la indignación general del país.

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