Un ejercicio de soberanía

Es de aplaudir la liberación -- a manera de «indulto pascual» --  de casi 3,000 presos en Cuba, por dos razones. Primero, por el gesto humanitario en sí mismo que supone la conmutación de una sentencia carcelaria, sobre todo a personas muy mayores de edad o enfermas. Segundo, porque lo han hecho de acuerdo con su criterio y en el momento que les ha parecido conveniente a sus intereses como nación soberana, no respondiendo a dictámenes o presiones extranjeras.

En cierta forma, resulta una lección a Estados Unidos, su enemigo jurado. Los americanos no han sido particularmente generosos con, por ejemplo, los presos políticos puertorriqueños. Ahí está el caso de Oscar López Rivera, quien, contra toda noción de humanidad, se pudre en una cárcel yanqui en una condena absurdamente larga y vengativa. Y, en la misma Cuba, Estados Unidos retiene en Guantánamo cerca de 200 presos en una situación kafkiana, al margen de las normas más elementales de derechos humanos y del debido procedimiento de ley.

En fin, bien visto, esto es una «bofetá sin mano» de Fidel al Tío Sam.

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