«Caveat emptor»

De las muchas gestiones que podría hacer el Comisionado Residente de Puerto Rico en Washington, la de conseguir que una veintena de empresas envíen a nuestra isla la mercancía que venden por Internet me parece algo liviana y hasta risible. Supongo que para quienes oran ante el altar del consumo desmedido es un asunto de vida o muerte. Para el resto de los mortales, es una pendejada. Si esas grandes empresas no quieren hacer negocio con la gente de aquí, ese es su derecho dentro del esquema de la libre empresa que tanto se alaba. Plantear esa decisión de negocios como un «discrimen» digno de ser atendido por todo un representante del Gobierno de Puerto Rico es una ridiculez.

Cada consumidor tiene la libertad de comprar o no comprar a un comerciante, distribuidor, fabricante, manufacturero o suplidor, dependiendo de si cree que le conviene.  Ciertamente, la entrega a nuestro país es un factor importante, que será tomado en cuenta en ese proceso. El Comisionado tiene mejores cosas que hacer que atender este lloriqueo de consumidores antojados.

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