Un pretexto pedagógico

Desde hace algún tiempo, una conocida editorial mercadea unas libretas escolares a colores. Lo que llama la atención es que ha logrado colocar su producto un poco a la fuerza en escuelas que las incluyen como parte de los materiales requeridos. Consciente del malestar que ello ha generado, la empresa ha recurrido al aval académico y «científico» para justificar la necesidad de su producto.

Hoy, se publica un anuncio en el cual una catedrática en educación o pedagogía de la Universidad de Puerto Rico explica las ventajas de que niños de la escuela elemental o primaria tengan esas libretas. Aparentemente, de acuerdo con la doctora, existe el problema de que los niños no encuentran las libretas para cada asignatura o ello les toma mucho tiempo, afectándoles su aprovechamiento académico y casi causándoles un trauma psicológico.

Francamente, me parece risible esta argumentación en boca de cualquiera; trágico en la de una profesional de la educación. Aunque podamos aceptar que la identificación por color ayude a encontrar una libreta en particular, resulta exagerado plantear esto como un asunto tan importante en el desarrollo del niño. En primer lugar, ¿son tantas las libretas y tanta la consiguiente confusión? En segundo lugar, ¿no le hace un daño al niño tratarlo como alguien que no sabe leer y necesita depender de los colores para identificar las libretas?

Obviamente, la profesora ha prestado -- quizá prestado no es el término correcto -- su endoso a este producto comercial, empaquetándolo en planteamientos pedagógicos que resultan un tanto forzados en este contexto.

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