«Comiendo a dos manos»

He dicho antes que nada malo hay intrínsecamente en favorecer políticamente a quien ha ayudado a un gobernante a llegar al poder legítimamente, siempre que el favorecido tenga las condiciones y los méritos para ello.  Lo que es objetable es el alcance, la cantidad o la cuantía de ese favoritismo, cuando es manifiestamente exagerado o excesivo.  Claramente, el número de contratos de Ángel Cintrón y su cuantía rebasan todo límite razonable, y no pueden tener otra explicación que la de que él utiliza su «vara alta» con el gobierno para agenciarse estas ventajas.

Llama la atención que Cintrón es un abogado de reciente cuño, cuyo desempeño profesional es limitado y no goza de una reputación profesional que justifique una contratación tan amplia como la que tiene.  Aun si sus merecimientos fueran mayores, lógicamente, no es posible rendir servicios ni siquiera adecuados a una clientela tan amplia. diversa y exigente.  Evidentemente, su contratación obedece a la percepción de que él puede ofrecer un «acceso» a los círculos de poder, para lograr grandes beneficios para sus representados.

El ex senador Jorge de Castro Font dijo que, si triunfaba el partido que ahora gobierna, se iban a dar un «banquete».  Ya sabemos quién es uno de los principales «comensales».

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