No necesariamente...

Sin pretender minimizar el problema de la deserción escolar, hay un par de cosas que decir para poner el asunto en una más justa perspectiva. Primero, debemos reconocer que la escuela no se hizo para todo el mundo. El mundo académico requiere una inclinación y una disciplina que muchos no tienen ni tendrán, no importa lo que se haga por ellos. Hay gente a quien no le gusta la escuela ni estudiar. Van a la escuela por obligación, pero no caben en ese ambiente estructurado y de exigencias de aprovechamiento. Por lo tanto, no debemos tomar la deserción de esas personas como un fracaso del sistema, sino como una consecuencia inevitable de una falta de disposición inherente al individuo.

Segundo, hay muchas ocupaciones útiles que no requieren que una persona tenga un diploma de cuarto año de escuela superior para desempeñarse en ellas. Insistir en ello como un requisito indispensable para el empleo puede resultar contrario a los mejores intereses de la sociedad. Trabajar en un almacén, hacer trabajo de jardinería o realizar labores domésticas, entre muchos otros oficios, requieren un conocimiento práctico o una pericia que muy poco tienen que ver con haberse graduado de escuela superior.

Por supuesto que es deseable que la gente se instruya lo mejor posible, pero, como sociedad, no debemos «flagelarnos» por que un sector se conforme con una preparación mínima y prefiera integrarse al mundo del trabajo modesto y sencillo. El mundo está lleno de personas con bachilleratos y posgrados que están desempleadas o subempleadas. No nos lamentemos tanto por los que se salieron de la escuela, y pueden estar generando un ingreso que sería la envidia de quienes se graduaron.

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