Los pies de barro

Lo que ya comienza a saberse acerca de las verdaderas circunstancias de la muerte del publicista, aunque no cambia el hecho brutal de su asesinato, matiza el cuadro halagüeño que se había hecho el país de la víctima. Todo parece indicar que el joven tenía inclinaciones que lo llevaron a colocarse en una situación en extremo riesgosa. No creo que se pueda seguir hablando de una «víctima inocente» del crimen, como se ha hecho hasta ahora prematuramente. Evidentemente, la víctima realizaba cierta actividad de manera clandestina u oculta, con gente de la peor calaña y en lugares y a horas peligrosas. Asumió, entonces, el riesgo que una cosa así conlleva.

Este caso demuestra que no debemos apresurarnos a idealizar personas ni montar a su alrededor una «causa célebre», sobre todo cuando hay indicios de que la víctima no está exenta de toda culpa. En el curso de los próximos días probablemente sepamos cosas que nos causarán cierta incomodidad y vergüenza ajena en este caso. Aprendamos a ser prudentes, antes de elevar a alguien ante la opinión pública, para no tener que guardar silencio embarazoso más adelante.

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