El «pollito» puertorriqueño

¡Se nos cae el mundo encima! Llevamos varias semanas de lloriqueo en las vistas de transición gubernamental, insistente gimoteo que tiene dos propósitos: recalcar la maldad del gobierno saliente y sentar las bases para justificar todo lo que el entrante haga en materia económica, principalmente. A ello se une ahora la degradación del crédito que un par de casas acreditadoras le han endilgado a los bonos de un par de agencias gubernamentales nuestras. Como el país ha vivido durante décadas tomando dinero prestado para financiar interminables -- y muchas veces innecesarias -- obras públicas, esto le resulta una «catástrofe».

Pero, de la misma manera que cuando a usted el banco le niega un préstamo, usted no se pega un tiro, sino que resuelve de otra manera, eso es todo lo que hay que hacer.  Argentina decidió hace unos años que iba a pagar lo que podía, cómo podía, a sus acreedores internacionales. Islandia hizo algo parecido, negándose a aplicar la tan cacareada «medicina amarga» que solo se le ocurre a los bonistas foráneos. Que yo sepa, ninguno de los dos países se ha hundido en el mar.

Como veo las cosas, con su insistencia machacona en estos asuntos, este gobierno entrante está sentando las bases para hacer lo mismo que el anterior, y nos quiere convencer desde ahora de que no hay opciones a acceder a las pretensiones de los acreedores.

Las hay, pero hay que tener cojones para optar por ellas.

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