Lugares de «mala muerte»

Hay verdades amargas o incómodas, pero deben decirse. La discusión pública sobre el asesinato del publicista ha girado principalísimamente en torno del crimen en sí, soslayando el proceder de la víctima que lo colocó en la situación vulnerable que le costó la vida. Aunque es natural que la viuda y los amigos no quieran referirse a ello, me parece importante porque mejor que indignarnos, marchar o andar con pancartas por ahí, es cobrar conciencia de que no debemos contribuir a nuestra propia desgracia actuando de manera temeraria. Lo mejor que cada uno de nosotros puede hacer con respecto al crimen es tratar de evitar ser víctima de éste. Y eso se logra si no frecuentamos ciertos sitios a ciertas horas y con cierta gente. Empeñarnos en lo contrario es aumentar significativamente la probabilidad de ser víctima del crimen.

En vez de decir «Todos somos José Enrique», debemos decir «No actuemos como José Enrique», es decir, no vayamos a la medianoche a un lugar de «mala muerte» porque, con toda probabilidad, allí la encontraremos. En todas las ciudades del mundo hay lugares a los cuales no se va a buscar nada bueno, y todos los conocemos. Si usted escoge ir a esos sitios, asume el enorme riesgo de que le pase algo malo.

La indignación no vale de gran cosa, si no va acompañada de una buena dosis de prudencia.

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