¡Lo prefiero!

Me parece que hay cierto desenfoque en la discusión de si se deben autorizar los beneficios del Programa de Asistencia Nutricional para consumir alimentos en los establecimientos de «comida rápida». La objeción se basa en que la oferta culinaria de esos negocios no es muy saludable, en términos dietéticos o nutricionales.

Cierto es, pero, la realidad es que casi todos ofrecen opciones más saludables o menos perjudiciales. Con el paso del tiempo, la hamburguesa y la pizza tradicionalmente «tapa arterias» conviven con la ensaladita y las papas asadas. Como en tantas otras cosas, le corresponde al individuo limitar su consumo de lo potencialmente dañino, evitando acudir con demasiada frecuencia  a esos negocios y escogiendo mejor lo que consume.

Nuestras fondas y otros comeivetes no son precisamente modelos de perfección nutricional. La tarjeta del PAN se usa en los supermercados, donde abundan productos de dudosa calidad y nutrición. El Estado no puede vigilar a la población que necesita esta ayuda para comer, con el fin de asegurarse de que compren y consuman lo más saludable. El paternalismo tiene sus límites. Vivimos en una época en que hay abundante información, por todos los medios, acerca de la nutrición y la buena alimentación. Con ello en mano, cada cual que decida lo que quiere hacer.

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