«Tanto quiso el Diablo a su hijo...»

Muy oportuna resulta la advertencia acerca del desorden alimentario que consiste de la obsesión por comer cosas «saludables.» Como decía mi madre: «todos los extremos son malos.» No hay duda de que se ha avanzado mucho en la identificación de sustancias que, consumidas en gran cantidad o regularmente durante mucho tiempo, son dañinas. Pero, en ese afán de purificar nuestro cuerpo, a muchos se les ha ido la mano, cayendo en la patología de sólo comer productos «naturales» u «orgánicos.» El asunto se les convierte en casi una «religión», y se aferran a ella como los fanáticos de los credos que conocemos.

Por mi parte, creo que la vida no vale la pena sin un cuerito aquí o una mantequita allá...

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