Dando en el blanco

Acabo de leer Target Culebra, de Richard Copaken, el abogado que dirigió los esfuerzos jurídicos y políticos para que terminaran los bombardeos de la Marina de Estados Unidos en Culebra y luego en Vieques. El libro, publicado a principios de este año, ha pasado con pena y ninguna gloria, pero es lectura obligada para quien quiera conocer la verdad de lo que significa la presencia de Estados Unidos en Puerto Rico.

La incomodidad que causan algunas de sus revelaciones en el plano personal, con respecto de ciertas figuras públicas, ha llevado a algunos a denostar al autor y a despachar el libro livianamente. Dejando a un lado ese aspecto - que es, francamente, secundario - lo realmente inquietante es el desparpajo con el cual la Marina y ciertos personeros del régimen se burlaron una y otra vez de Culebra y de Puerto Rico, ante nuestro reclamo de justicia. Es la colonia al más crudo desnudo.

Si bien resultan interesantes, desde el punto de vista legal, las estrategias de las que se tuvo que valer Copaken para prevalecer en estos casos, es bochornoso y muy revelador que fuera necesario apelar a planteamientos un tanto esotéricos relacionados con la protección de especies animales o del efecto del ruido en la salud, obviando el planteamiento central y fundamental que no tuvo nunca acogida en esos míticos foros americanos: la ilegalidad e inmoralidad de bombardear una isla habitada.

Este libro nos plantea inequívocamente a los puertorriqueños las trágicas consecuencias de la sujeción política que padecemos. Culebra y Vieques fueron sometidas a la arbitrariedad y el capricho de los militarotes norteamericanos porque somos un país intervenido militar y políticamente por Estados Unidos. En estos casos, se ve claramente que lo importante eran los intereses del imperio, por encima de toda consideración legal y moral a favor de los culebrenses y los viequenses.

Target Culebra es la historia de la ignominia estadounidense en Puerto Rico y del olímpico desdén con que nos tratan. De cómo nos vemos obligados a dedicar incontables energías para luchar contra un supuesto benefactor que termina siendo nuestro peor enemigo, en procura de los derechos más elementales a vivir y a vivir en paz. De por qué hay que acabar con la colonia.

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