El burlador de pacotilla

Ilegalidades aparte, algo hay de simpático en el caso del bribón que se hacía con las prendas de sus enamoradas. La impostura siempre resulta fascinante, pues es muestra de arrojo y aventura que el común de las gentes no posee pero disfruta leyéndolas o viéndolas en pantalla cinematográfica o de televisor. En cierta manera, esa audacia - signada en este caso por el arma de juguete y el chaleco antibalas de cartón, entre otras cosas - es un elemento novelesco que capta poderosamente nuestra atención. Este burlador donjuanesco y «detectivesco», aunque condenable, es de alguna manera admirable, por su ingenio y sangre fría, algo que secretamente quisiéramos poseer.

La condena de año y medio indica que no estoy solo en esta valoración.

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