Lecciones de un isleño

Recuerdo que mi padre, al insistir en que yo aprendiera a nadar cuando niño, me lo planteó con una lógica irrefutable: quien viva en una isla, debe saber nadar. Así que, con él como maestro, vencí el miedo y aprendí a nadar en la playa, hace muchos años. Lamentablemente, estoy en minoría, y eso explica, en parte, las desgracias que ocurren en nuestros litorales todos los años.

La otra lección que aprendí es que hay que respetar al mar, y que no se debe jugar o retozar mucho en él, pues ello conduce a la tragedia. En mi adolescencia estuve a punto de morir ahogado porque otros que no sabían nadar, jugando, «perdieron pie» y, en su desesperación, por poco me ahogan. La intervención oportuna de mi padre me salvó la vida.

Lecciones para el Puerto Rico de hoy.

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