La maroma mortal

Lo que se revela ahora, seis meses después, de la muerte de Diego Lizardi resulta inquietante y es una lección de vida, en más de un sentido. ¿Qué dirán ahora todos los que lo ensalzaron? Ciertamente, el comportamiento que lo llevó a la muerte no es cónsono con la imagen que se proyectó de su persona ni del modelo para la juventud que se suponía que él fuese. Guiar con esa cantidad de alcohol en la sangre y a exceso de velocidad es un acto de irresponsabilidad suprema. ¿Será por eso que se ha ocultado ese resultado todo este tiempo?

Debemos aprender a no apresurarnos a "canonizar" a la gente, a no proclamarlos héroes, sobre todo cuando hay algún indicio de que han muerto en circunstancias no del todo positivas. Su muerte fue trágica, y él puede haber sido una bella persona, pero cometió una falta gravísima, que pudo haber tenido consecuencias peores para otras personas.

No fabriquemos ídolos a base de mentiras. No hagamos esa maroma.

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