Desenmascarado

Es casi axiomático que las festividades públicas y multitudinarias son ocasiones para el desorden y la ilegalidad. La chusma aprovecha el anonimato que le brinda la gran concentración de gente para hacer y deshacer impunemente. Al relajarse las normas de comportamiento cívico por unas horas o unos días, según sea el caso, la morralla siente que puede actuar a sus anchas. Lo que ha estado ocurriendo en Hatillo, con motivo del Festival de las Máscaras, es prueba fehaciente de esta lamentable realidad pueblerina. Elementos de la peor calaña han secuestrado esa celebración, tornándola en desenfreno y excesos de todas clases. Al igual que otras fiestas populares, ésta ha dejado de ser una manifestación folclórica, para convertirse en una muestra bochornosa de lo peor de nuestra gente.

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