¡Agrándame ese [salario]!

Poniendo a un lado por el momento mi objeción ideológica a que Estados Unidos mande aquí, el anuncio de la intención de aumentar el salario mínimo comienza ya a producir el lloriqueo de siempre en el sector comercial e industrial del país. Según esos «próceres», el mundo se cae, si ellos le tienen que pagar algo más que los míseros $7.25 la hora a los esclavos que ellos llaman empleados o, peor aun, --con un cinismo monumental -- «asociados». Con ese mismo cinismo, reclaman que se posponga cualquier aumento hasta que la situación económica mejore. Pero, que yo recuerde, el sector privado nunca ha acogido la idea de aumentar el salario mínimo como algo positivo. 

Es de suponer, entonces, que, de aprobarse el aumento escalonado hasta $10.10 la hora, veremos un alza significativa en las quiebras comerciales y los suicidios de comerciantes e industriales del país. 

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