Una juventud aturdida

La juventud es época particularmente susceptible a los excesos en el proceder; el joven se siente invulnerable y su inexperiencia no le permite aquilatar adecuadamente las consecuencias de su proceder y el de otros. Hay un afán de demostrar que se es dueño de sus actos y libre para realizarlos, y un gusto por lo chocante. Todo ello conspira para que los jóvenes sean víctimas de diversiones «extremas», término muy de moda para describir ciertas prácticas imbéciles y peligrosas.

Con ceguera y quemaduras en la piel han quedado unos muchachos que asistieron a una fiesta en la que un irresponsable los rociaba con pintura fluorescente. Que alguien piense que esto es divertido da la talla de su estupidez. Evidentemente, hace falta que se aprenda a disfrutar sanamente, sin drogas y sin excesos en el consumo de alcohol, ni sometiéndose a prácticas degradantes, que incluso puedan causar grave daño corporal. Se debe aprender a no copiar el desenfreno, la irracionalidad y la tontería que se observa en otros lugares.

Hay que enseñar a nuestros jóvenes a tener criterio propio, para no actuar como reses que llevan al matadero.

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