Una animalada

Ningún sistema jurídico debe permitir que una persona adinerada le deje una fortuna a un animal. Una cosa es que se disponga para el cuido de un animal, y otra muy distinta y censurable es que se le dejen cuantiosos bienes. Esa disposición es señal inequívoca de un desquicie que el Estado no debe avalar. El caso reciente de una italiana de 84 años que le dejó dos millones de euros a un perro, en preterición de hijos y nietos, es muestra elocuente de esos actos contrarios al orden social.

El derecho a disponer de nuestros bienes, aunque amplio, no es irrestricto ni debe serlo. Aun cuando esa señora -- cuyo sano juicio es cuestionable -- tuviera motivos legítimos para desheredar a hijos y nietos, no debe tener la potestad de usar mal su dinero. En casos como éste, el Estado debe prohibirlo, y designar obras de caridad a las cuales asignar dichos bienes.

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