Un Labrador convertido en "Farmer"

Dice Raúl Labrador: «Nunca he visto contradicción entre ser boricua y americano.»  El recién electo congresista por Idaho - que de sus 42 años lleva 29 en Estados Unidos - republicano y simpatizante confeso del Tea Party, evidentemente, es «boricua» de nombre nada más.  Quien diga una cosa como ésa tiene un concepto light de la nacionalidad, y cree que los intereses de Estados Unidos y los de Puerto Rico son perfectamente compatibles.  A pesar de lo que dice, resulta clarísimo que él se ve como «americano» primero y lo de «boricua» es más bien una reminiscencia folclórica.  De seguro, si surgiera un claro conflicto entre lo que quieren los americanos y lo que queremos los puertorriqueños, Labrador los apoyaría a ellos.

Hay gente como él, que no quieren ser sinceros y declararse americanos, por lo que recurren a este discursito de que se puede ser las dos cosas a la vez.  Francamente, no es así.  No se trata de nacionalismos extremos, sino de una realidad sencilla.  Sin que uno sea enemigo del vecino, en ciertas circunstancias, uno tiene que defender los derechos e intereses de su propia familia frente a los del vecino.  Esto es así en cualquier lugar y en cualquier época.

Hace muchos años, el maestro Pedro Albizu Campos nos enseñó: «Está sobre el tapete la suprema definición: yankis o puertorriqueños.»  No puede haber duda, dualidad ni vacilación al escoger lo que somos.

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