Café «puya»

Es penosa la situación del café en Puerto Rico.  La que una vez fue una industria floreciente, hace mucho está de capa caída, pues la falta de braceros provoca que se pierda la mitad de la cosecha.  Un café de gran calidad, muy apreciado en el extranjero, se queda sin recoger por indolencia y por la indiferencia de una gente que prefiere lo foráneo.  Cierto es que hay dificultades para un mayor aprovechamiento del producto, pero la mayor de ellas es la falta de voluntad que emana de la poca identificación con lo nuestro.

La enajenación que produce el coloniaje nos distancia de las cosas propias.  Nos sentimos «arrimaos» en nuestra tierra, de la que cada día somos menos dueños.  La actividad económica genuinamente puertorriqueña se achica, ante el paso arrollador del capital extranjero.  Con ello se imponen gustos y modas de otras partes, entre ellas, la del café descafeinado hecho con granos de otros lares.  Nos hemos convertido en un pueblo de consumidores, dejando que sean otros los productores.

El rescate del café sería un buen paso hacia el rescate de la nacionalidad.

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