Hay China para rato.

El imperio se sigue desmoronando, a veces imperceptible y sutilmente. China ya es «dueña» de Estados Unidos, pues es su mayor acreedor. Ahora está comprando su industria automotriz, a ver si el proverbial «médico chino» la puede salvar de la enfermedad mortal que la aqueja. Los americanos, tan etnocentristas, han tenido que ceder en su orgullo patrio y aceptar la intervención financiera de la economía más pujante del planeta. La manufactura y producción de bienes, piedra angular de la vida económica, cada día es un renglón que va quedando rezagado en Estados Unidos. Los americanos son unos chapuceros de primera, y ni su gente compra los productos que fabrican.

Dsitinto del Muro de Berlín, la Gran Muralla China no se va a derrumbar con cuatro marronazos.

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