La tierra de [mala] leche y [hiel]

Israel, que se da tantos golpes de pecho por su alegada superioridad moral y política sobre sus vecinos árabes, no es muy católica que digamos en el trato a las minorías religiosas en su territorio nacional. Por lo que se publica, los cristianos pasan las de Caín en la Tierra Santa, donde sufren discrimen, incluso en la educación en escuelas privadas, que son privadas de ciertas ayudas gubernamentales, con el propósito obvio de hacerles la vida un calvario, y que mueran, como el primer cristiano.

Todo esto en la tierra de la gente que no se cansa de recordarle al mundo su persecución, y que se queja continuamente por todas las manifestaciones reales e imaginarias de antisemitismo en cualquier parte del mundo. Es el caso clásico de ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.

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